Esterilidad, pérdida y felicidad. ¿Se puede ser feliz sin hijos?

Éramos una pareja normal que nos conocimos, enamoramos y nos casamos. Como la mayoría de las parejas soñábamos con la bendición de tener hijos. Aunque logré embarazarme en dos ocasiones, viví la experiencia de la pérdida dos veces. Recibí tratamientos de infertilidad fallidos y varios intentos de adopción que nunca progresaron. En mi búsqueda por un hijo confronté sentimientos de coraje, tristeza y depresión entre otros. Después de veinte años de larga espera a causa de unos tumores en mi matriz, el médico nos informa que hay que operar y realizar una histerectomía que consta en la a remoción de la matriz y los ovarios. Decidí esperar y no operarme. Mantuve una fe inquebrantable y continuamos orando y creyendo por un milagro. Luego de un año de intensos dolores y sangrados, tuve que aceptar la voluntad de Dios y someterme a la operación. Enfrentar la realidad de que no tendríamos hijos nos colocó en un momento vulnerable, luché contra todo pronóstico, Amaba a Dios, activé mi fe, le serví, obedecí, le fui fiel pero no ocurrió el milagro. Sentí que me quebré y en medio del proceso sabía que debimos tomar decisiones firmes; Elegir continuar nuestro caminar con Dios o rebelarnos y apartarnos de Él. En medio de la prueba y el dolor tomamos la mejor decisión, pues sabíamos que Dios nos amaba, tenía un plan y un propósito con nosotros. Expresar sus sentimientos con algún profesional o con personas que los aman y se preocupan, puede ser una manera saludable para manejar el dolor de no poder tener hijos, ser sanados y transformados para bendecir a otras parejas. El apoyo de mi esposo y mi familia fue clave para superar la crisis.

Los que nos conocen, pueden percibir que a pesar de no tener hijos somos una pareja feliz y estable. ¿Cuál ha sido nuestro secreto para estar juntos por treinta (33) años? Amar a Dios, servirle y obedecer su palabra. Como pareja hemos aprendido a orar juntos, comunicarnos y manejar los conflictos respetando y escuchando al otro. Trabajar en equipo sacando lo mejor del otro, potenciar sus virtudes y sus cualidades y dejar que las utilice en beneficio de ese proyecto común que es la relación. ¿Andarán dos juntos, si no estuvieren de acuerdo? (Amos 3:3). Compartir intereses. Poder compartir con otras parejas y realizar actividades que fomenten la unidad y el esparcimiento “goza de la vida con la mujer que amas, todos los días de tu vida” (Eclesiastés 9:9). No dormirnos enojados, No se ponga el sol no se ponga el sol sobre vuestro enojo. (Efesios 4:26). Todos los días nos abrazamos y nos decimos te amo, procuramos reírnos de lo cotidiano y por último centrarnos más en las cualidades y fortalezas del otro que en sus defectos.

La relación de pareja no debe terminar por no tener hijos. Es importante recordar que Dios une propósitos. “Así que ya no son dos sino una sola carne”. “Lo que Dios ha unido, ningún hombre lo separe” (Mateo 19:5-6). Durante el proceso de aceptar su realidad deben como pareja unirse más. Procurar cada uno encontrar su propósito tanto a nivel individual como en pareja. “Más valen dos que uno, porque obtienen más fruto de su esfuerzo”. Uno solo puede ser vencido, pero dos pueden resistir. (Eclesiastés 4:9). Es necesario encontrar su propósito y cumplirlo de manera que puedan continuar hacia adelante. Que puedan hablar una palabra de esperanza a alguien que está pasando por desesperanza. Ayudar o rescatar a alguien que necesita una ayuda inmediata. Ser ejemplo para guiar a otros, levantar y abrazar al caído, dar alimento al hambriento. Somos los brazos extendidos de Dios para contribuir a mejorar la calidad de vida a otros. Las personas recordarán la aportación y el legado que se deja y no necesariamente la cantidad de hijos que procrearon. Aun sin hijos todos tienen un propósito que cumplir. Para ser felices y exitosos se debe encontrar el propósito en la vida, caminar en él, para así impactar a otros. Agradezca a Dios por su vida y por saber que usted es una obra perfecta en Dios. Quizás no porta un hijo, pero porta bendición para otros. ¡BENDECIDOS!