Pérdida: Perdí a mi bebé en un incidente de violencia de género
- Stephany Vázquez
- Apr 12, 2019
- 6 min read
Updated: Oct 19, 2020

Lo conocí cuando tenía 13 años, y el 17. Bailábamos en los mismos grupos. Mi niñez estuvo cargada de maltratos y relaciones conflictivas en mi hogar. En un momento, la relación familiar, se volvió tan tensa que él me dijo que debía recoger mis pertenencias para irme con él o mi hermana iba a sufrir daño porque el sabía donde estudiaba. Estábamos planificando mi fiesta de 15 años. En este momento lo veía como mi protector ante un hogar lleno de problemas, fue mi escape. Agradecí ser liberada de esa vida tan difícil. No tenía idea de lo que estaba a punto de experimentar.
Me llevó a vivir con su madre en un residencial público, ella era adicta a drogas, allí comencé a vivir mi peor pesadilla. Tan pronto llegué a su casa, decidió cuál sería mi vestimenta: camisas con mangas anchas y pantalones anchos y largos. Además, fui advertida de lo que podía o no podía hacer y con quien podía hablar. Estaba todo el día encerrada en un cuarto porque tenía prohibido salir, su madre me velaba. No me alimentaban y siempre estaba sola. Un día me cansé y logré escaparme de la casa y llamé a mi mamá. Le pedí que por favor me sacara de allí. Mi madre llegó con mi tío a rescatarme, pero se encontraron con personas apuntándoles con armas largas para matarlos. Me sentí tan asustada que cambié de opinión y hasta la versión, les dije que solo deseaba verlos. Les mentí y les dije que todo estaba bien, que me estaban tratando muy bien. Rebajé alrededor de 35 libras en unos pocos meses. Cuando podía, me escapaba al apartamento de arriba donde una vecina me daba comida de vez en cuando.
Un día, un muchacho se acercó por la reja y me pidió comida. Ese día recibí la primera paliza por haber hablado con un hombre que no era mi pareja. A partir de ahí recibía golpes por cualquier cosa: por pedir comida, por salir del cuarto, por hablar con alguien, por lo que fuera. Luego de esto llegaba arrepentido pidiendo perdón y recalcándome que todo lo hacía por amor y porque yo estaba actuando mal. Yo le creía, de hecho, siempre buscaba cualquier gesto que confirmara que me amaba.
El abuso continuaba escalando cada vez más. En una ocasión trajo una mujer al apartamento para divertirse con ella junto a sus amigos. Me encerraron en el cuarto para que no pudiera salir a ver lo que hacían. Traté de salir y me empujó y me dijo: “te quedas ahí y te callas”. Me sentí tan humillada, tan desesperada, que me corté las venas. Cuando terminó su diversión y volvió a donde yo estaba ya me estaba desangrando, había perdido el conocimiento. No me llevó al hospital porque se hubiera sabido todo y porque podía escaparme. Tenía tantos amigos y contactos, que consiguió una enfermera que me ayudara en el apartamento. Cuando vi que me cuidó y no me dejo morir, inmediatamente volví a pensar que me amaba y que yo estaba mal por pensar lo contrario.
Un día su hermano entró al apartamento y vio las condiciones en las que yo estaba y decidió sacarme de ahí. Mi pareja decidió mudarse conmigo hasta que lo encarcelaron por tráfico de drogas. Las guardaba en el apartamento en el que vivíamos por lo que yo iba a ser responsable del delito. El decidió decir la verdad, que yo no tenía nada que ver. Ahí su hermano me dijo que podía hacer lo que yo quisiera porque era libre. Después de tanto tiempo bajo este régimen de abuso, vi esto como el gesto de amor más grande. Así que decidí hacerme cargo de él junto a su abuelo.
Una vez salió, nos mudamos a una casa que nos dejó su abuelo y tuvimos un tiempo de calma, por lo menos de los golpes porque continuaba sola y encerrada todo el tiempo. En la parte de atrás había una vecina con su hija, en una ocasión comencé a hablar con ellas y se dieron cuenta de lo que estaba sucediendo. Decidieron darme pastillas anticonceptivas para evitar un embarazo. Pasó el tiempo y él esperaba un embarazo. Al ver que no sucedía, me dio una paliza y buscó por todos lados hasta que encontró las pastillas y las botó. A los 16 años me encontraba en esta situación tan difícil y embarazada. Gracias al embarazo me abrió la puerta principal de la casa, aunque no podía salir a la calle. No me permitió asistir al ginecólogo hasta que tenía cuatro (4) meses. Asistir a las citas médicas se volvió mi forma de escape del encierro en el que tenía por aproximadamente dos (2) años.
Un día, cuando salí de la cita, después de darme otra paliza, decidí ir a casa de mi mamá. Después de tanto tiempo sin vernos, sin hablar, comenzamos a llorar. Ahí le dije que no podía más, que quería salir del lugar en el que me encontraba. Mi mamá me regaló un terreno y consiguió todos los materiales en una semana. Solo faltaba convencerlo a él de que viviéramos allí, él aceptó y nos mudamos a la nueva casa. Un día llego su primo a la casa a buscar algo, eso lo puso furioso y me dio la peor golpiza de mi vida, pensé que me iba a matar, gracias a una vecina que intervino estoy viva. En uno de los tantos golpes que me dio me rastralló contra la pared y rebot y caí en la barriga.
Comencé con unos dolores muy fuertes. Tuvieron que llevarme al hospital, el doctor pensaba que era una infección de orina. Me hospitalizaron por cuatro (4) días. Cuando me dieron de alta, otra vez me pidió perdón. De pronto con solo seis (6) meses comencé a sangrar. Cuando el doctor dijo que era un aborto, comencé a llorar. Antes de hacerme el raspe decidieron hacerme un sonograma y se escuchaba un latido leve. No entendía lo que pasaba, ya había comenzado a botar los coágulos. Enviaron a buscar otro doctor. Estuve cuatro (4) días en el hospital con esos latidos leves. Al cabo de los cuatro (4) días, deciden provocarme el parto para evitar más complicaciones. Resulta que estaba embarazada de gemelos fraternos y no lo sabía. Uno era más grande y estaba al frente, recibió los golpes y murió. Su hermano estaba protegido por él y por eso sobrevivió. El médico me dijo que lo que botaba podían ser los pedazos del bebé que había sufrido un daño severo por los golpes que recibió. Me hicieron un raspe. Con todo esto era imposible negar lo que sucedía. No me quedó más remedio que explicarle al ginecólogo lo que había pasado. Él quería que hiciéramos una querella, pero no quería hacerle daño al papá de mi bebé. Estuve hospitalizada unos días por la pérdida de sangre, necesitaba una transfusión. Mi bebé nació prematuro pesó 1 libra, con un soplo, la bilirrubina alta y muy pocas posibilidades de vivir. No lograba respirar por sí mismo. ¡Cuanto oré por la vida de mi hijo! Su papá, una vez mas, solo pidió disculpas.
Mi hijo estuvo seis (6) meses en el hospital. Logró sobrevivir, nos dieron de alta cuando alcanzó tres (3) libras con una (1) onza. Regresé a mi casa y todo estuvo mas tranquilo por un tiempo, hasta que mi hijo cumplió un (1) año. Ese día me dio una de sus típicas palizas, ese día se metieron todos los varones del barrio a mi casa. Ellos le dijeron que se tenía que ir, le recogieron sus pertenencias y lo sacaron de la casa bajo amenaza de que si volvía, su vida estaba en riesgo. La cara de espanto de mi hijo cuando vio que me estaban golpeando me hizo reflexionar de que mi hijo comenzaría a ser parte del sufrimiento de todos estos años. En ese momento, decidí hacer mi vida sola.
A quienes lean esto. Les pido que no permitan que las maltraten. Que no se dejen convencer por palabras bonitas, conoce a la persona, si ves un indicio de maltrato, ¡¡¡CORRE!!!! Lo más que me duele es que uno se siente culpable siempre. Aunque todo acaba, si no sanas completamente, siempre te sientes culpable y vas a dejar que te sigan maltratando. “Perdón” y “no lo vuelvo a hacer” siempre son mentiras. El maltratante no cambia. El maltrato no solo es físico, cualquier prohibición es maltrato, si lo permites va a crecer, detrás de eso vienen cosas peores y puedes perder la vida. Todas esas mujeres que pierden la vida tienen un patrón de años y se han quedado calladas. No te quedes callada. El hombre que te ama, te respeta.
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