Infertilidad/esterilidad: ¿Por qué le das hijos a ella y a mí no?
- Rebeca Martínez
- Feb 14, 2022
- 4 min read
Recuerdo el día como si fuera hoy. Estaba en mi casa, era 2004 y estaba hablando con una conocida que me contaba que se había practicado un aborto esa semana y me describía el proceso, los costos y a la vez me contaba que ya tenía dos hijos y no podía tener más. Recuerdo como se me iba creando un nudo en la garganta mientras avanzaba en su relato. Creo que la sangre se detuvo y mi corazón comenzó a latir a mil por minuto. Recuerdo que terminé la conversación porque le dije que tenía que salir. Salí porque sentía que iba a reventar con todos los pensamientos que pasaban por mi cabeza. Quería llorar y por supuesto nadie, en ese momento, sabía que no podía tener hijos y que atravesaba un proceso de tratamientos para que mi cuerpo se organizara, hormonalmente, de forma tal que me permitiera lograr un embarazo.
Recuerdo que me monté en mi guagua y di vueltas por dos horas no lloraba gritaba. Recuerdo que inundada de lágrimas repetía “por qué le das hijos a personas que no los quieren y a mí no me los das”. ¿Por qué? No decía nada más solo le reclamaba a Dios por lo que consideraba una injusticia que yo estuviera gastando, llorando, orando y atravesando síntomas de un tratamiento que no estaba funcionando mientras una persona me contaba que interrumpió su embarazo, porque no quería más hijos y yo luchaba por 3 años por estar en su lugar.
Esta experiencia me embarcó en años de preguntas y de conversaciones con Dios que me gustaría compartirte.
y les dio su bendición: “Tengan muchos, muchos hijos; llenen el mundo y gobiérnenlo; dominen a los peces y a las aves, y a todos los animales que se arrastran”. Génesis 1:28
Fuimos creados con la posibilidad de multiplicarnos y llenar la tierra. Cuando Dios nos manda a hacer algo provee la forma para hacerlo. Adán y Eva vivían en plenitud, unidad y sanidad total. Dios les mandó a gobernar sobre todo lo que Dios les había dado. El ser humano no conocía el dolor, la tristeza o la preocupación. Para continuar en este estado de bendición había una solicitud de Dios: Podían comer de todo menos del árbol de la ciencia del bien y del mal. El árbol de la ciencia es el árbol del conocimiento lógico, de saber porqués, cómo, cuándo, o dónde. Entonces ellos decidieron desobedecer y en ese instante entró la enfermedad y la muerte por primera vez. Sus vidas cambiaron por completo, y Dios les advierte lo que iba a suceder en el mundo a partir de su decisión. Veamos:
A la mujer dijo: Multiplicaré en gran manera tus dolores y tus preñeces; con dolor darás a luz los hijos; y a tu marido será tu deseo, y él se enseñoreará de ti. Génesis 3:16
Cuando estudias este verso como se escribió originalmente establece que cuando Dios habla a la mujer lo primero que le dice es: “tu angustia para concebir aumentará”. Les confieso que esto me dejó en shock porque sí estaba segura de que las enfermedades que producen infertilidad comenzaron allí, pero que Dios hiciera un énfasis en que por la desobediencia de la primera pareja nos produciría angustia y dificultad para concebir era otra cosa. No solo habría enfermedades que producirían infertilidad y pérdida, sino que concebir sería más complicado y angustioso que antes.
Entonces el Señor amorosamente me explicó que Él no hace o provoca que unas personas se embaracen y otras no. Simplemente sus sistemas reproductivos no están enfermos y el mío estaba enfermo. Que ellos no tienen problemas para concebir, tienen problemas de salud mental, problemas relacionales, problemas de agresión o cáncer. No significa que los que pueden tener hijos están mejor que yo o son más favorecidos por Dios, significa que ellos tienen lo que yo no tengo y yo tengo lo que ellos anhelan. ¿No es así que vive esta humanidad luego de la decisión fatídica de Adán y Eva hace miles y miles de años? La humanidad vive con diferentes dolores y enfermedades que no queremos, que queremos que sanen, que se vayan y que como Pablo decía son como un aguijón que no me suelta y que duele demasiado.
Fue así que entendí que Dios no les da a otros lo que yo anhelo y a mi no. Dios no estaba provocando que mis tratamientos fallaran, Dios no estaba ignorando mis anhelos y mis oraciones. Todos tenemos nuestras luchas, quizás otros podrían pensar Dios le dio una casa propia a ella y a mí no, o un esposo amoroso o una familia…la lista no terminaría. Lo que sí terminaría sería mi esperanza porque ¿Cómo puedo tener absoluta confianza en un Dios que a mis ojos es injusto? Difícil. Dios nunca podría ser tu verdugo y tu ayuda a la vez.
Sin embargo, en estos años de espera (que se han convertido en 22) he experimentado todo lo contrario: He visto a Dios ayudándome en mi dolor y mi angustia por la maternidad anhelada, he recibido su consuelo y sé que Él no me va a soltar hasta que veamos cumplido juntos nuestros anhelos. Pudo haberme sanado y dado un hijo en un instante y eso me hubiera hecho inmensamente feliz, pero me ha sanado una y otra vez hasta no dejar ningún diagnóstico en mí (otro día les cuento). Sanó a mi esposo y ha hecho tantas obras en mi cuerpo que en este momento no puedo pensar más que Él está conmigo en este proceso larguísimo tomándome de la mano en cada paso.
Tu anhelo es su anhelo y como padre que se alegra cuando sus hijos son felices y se regocijan en regalarles lo mejor. Te regalará lo mejor.
Comentarios